En una ciudad con un clima agresivo para la conservación de la zonas verdes, las partidas presupuestarias para el mantenimiento de nuestros parques ha de ser muy alto. Sintiéndolo mucho no somos Londres, donde el húmedo y lluvioso clima le ahorra muchas libras a las arcas públicas. A parte de nuestro inconveniente climático, hay que añadir ese cáncer que sufren nuestras ciudades hoy en día, el incivismo.
En las últimas semanas hemos podido comprobar la muerte de peces en el canal de Miraflores, el eterno vandalismo de María Luisa o la dejadez de Amate. Nos alegramos de la recuperación del Jardín Americano, pero de lo que nos alegraremos será de su mantenimiento.
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